El Cañón de un Arma en la Nuca

| domingo, 24 de abril de 2011

(música de fondo para este post: "Heart Shaped Box", por Nirvana)

El pibe le pone el cañón en la nuca. Al oficinista le tiemblan las piernas (...). Los policías, al frente, apuntan. Agarrándolo de un brazo, el pibe le ordena que retroceda. Que camine despacio hacia atrás. A medida que el oficinista y el chico reculan, los policías avanzan. El pibe se ríe. Lo divierte la situación. Matar o morir, dice el pibe. Y se ríe. De eso se trata la vida, piensa el oficinista. Matar o morir. Siempre lo supo (...).
Ignora cuanto tiempo hace que está así, las piernas que se doblan, los dientes entrechocando, la boca seca, las axilas empapadas, las manos levantadas. Y las ganas de orinar. Toda su vida ha estado así, piensa. Piensa que desde que tiene memoria se encuentra con el cañón de un arma en la nuca. No aguanta más.
Al perder el conocimiento, al desplomarse, siente que su peso no es mayor que el de una almohada. Se abandona a la negrura. A lo lejos, se oyen disparos.

Guillermo Saccomano, "El Oficinista"

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