A Menos

| sábado, 25 de diciembre de 2010

(música de fondo para este post: "Mandinga Abrime la Puerta", por Jorge Cafrune)
En cuestión de dineros, unos pocos tienen mucho. Tener mucho dinero no es en sí mismo objetable. Sólo que la humanidad se ha organizado de modo tal que la demasía de uno precisa, para consolidarse y crecer, de la escasez de unos cuantos. Y hete aquí que, como la acumulación no conoce saciedad, resulta que la carencia no conoce límites.
Por la concepción del mundo que supimos conseguir, aquel que no cuenta con recursos suficientes para, digamos, una mínima subsistencia, tiene innumerables dificultades para acceder a otros asuntos que también hacen a su dignidad. En otras palabras, la pobreza tiende a menos : menos oportunidades, menos derechos, menos paciencia, menos justicia, menos respeto. Y sólo en el caso de que haya algo.
Este desastre universal,
¿se debe a la ilusión de propiedad?
¿o al corazón del hombre?

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