Revolución

| martes, 25 de mayo de 2010

(música de fondo para este post: "Zamba de Lozano", por Mercedes Sosa)

¿Qué juramos allí, en el Cabildo, de rodillas, ese día oscuro y otoñal de mayo? ¿Qué juró Saavedra? ¿Qué Belgrano, mi primo? ¿Y qué el doctor Moreno, que me dijo rezo a Dios para que a usted, Castelli, y a mí, la muerte nos sorprenda jóvenes?
¿Juré, yo, morir joven? ¿ Y a quién juré morir joven? ¿Y por qué? (...)
¿Juré que no vería furioso y callado, yo, a quien se llamó el orador de la revolución, a las partidas de perros negros, que devoran a los indios que escapan de las minas? (...)
¿Juré que yo no vería, yo que tuve un corazón docilísimo, los potros del tormento, y los caballos despanzurradores (...) a cuyas cinchas, monturas, estribos, estaban atadas las manos y los tobillos de subversivos del orden público?(...)
¿Juré, en un día oscuro y ventoso de mayo que, al igual que Vieytes y Ocampo, según leí en una carta de Moreno, que respetaron los galones de los dueños de los perros negros, cagándose en las estrechísimas órdenes de la Junta, me cagaría, yo, enviado de la Junta en el ejército del Alto Perú, en las estrechísimas órdenes de la Junta, y predicaría la reconciliación con los dueños de los perros negros, o juré que, absorto, poseído, me tocaría los ojos, la boca, las mejillas, como un actor que, en el escenario, va más lejos de lo que representa, más lejos que su propia sombra, y absorto, poseído, furioso y callado, firmaría la orden de muerte (...) para todos esos ondeadores de banderas negras y calaveras y tibias en las banderas negras?(...)
Juré que la Revolución no sería un té servido a las cinco de la tarde.

Andrés Rivera, "La Revolución es un Sueño Eterno"

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