Flotar

| miércoles, 14 de abril de 2010

(música de fondo para este post: "Come Fly with Me", por Frank Sinatra)

A unos pocos milímetros del suelo, la vida ya parece ser otra cosa. El cuerpo se aliviana, la mirada es más intensa, las pulsaciones se aceleran gozosamente, las manos parecen listas para la caricia. El aire es como una brisa de primavera, siempre. Uno va flotando así, breve, delicadamente, entre la multitud pedestre, piensa en la idea (tan difundida, tan aceptada, tan correcta) de mantener los pies sobre la tierra, y no puede dejar de sonreír. Flotar es sublime, hermoso; además no tiene contraindicaciones, y uno no gasta en zapatos. Flotadores experimentados coinciden en que lo mejor del extraño misterio de la flotación, son las causas que la producen.
No faltará quien diga que finalmente, el destino de todo el que flota es caer. Es posible que esto sea cierto. En todo caso, también debería decirse que el golpe bien habrá valido la pena (cuanto más fuerte, más sentido tendrá). Y que tal vez para cuando llegue ese momento, el buen flotador tenga ya lo suficientemente cerca a alguien que amortigue la caída, cure las heridas, y lo invite a flotar de nuevo, una vez más. No es poco, ¿no?.

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