Alucinaciones

| domingo, 15 de noviembre de 2009

(música de fondo para este post: Sonata para piano Nº14, Primer Movimiento, de Beethoven)

El ingeniero Bruno Ferrantes se había vuelto loco en 1963, cuando extravió un billete premiado.
En realidad, su conducta era vulgarmente razonable, salvo por Adela, su novia imaginaria. El ingeniero iba a las confiterías perfectamente solo. Pedía dos copetines y charlaba con una silla vacía. Pagaba entradas superfluas en los teatros, compraba fiambre de más y sorprendía a los bailarines del salón La Argentina con solitarios pasos de tango.
Un día, Ferrantes empezó a pasear en silencio y con las manos en el bolsillo. Los vecinos conjeturaron que había egresado de la demencia. Sin embargo, Ferrantes le confesó a un mozo del Imperio de Chacarita que Adela lo había dejado.
Su vida continuó normalmente, pero con una enorme pena.Una pena real que lo acompañó hasta su muerte, ocurrida dos meses después.
Manuel Mandeb y sus amigos estuvieron tentados de encargar un ramo de flores con una cinta que dijera "Adela". Pero enseguida se avergonzaron de aquella extravagancia.
De todos modos, al velorio no fue nadie.

Alejandro Dolina, Alucinaciones (fragmento)

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